Gary Gorton, un profesor de finanzas y amante del jazz de 57 años, está surgiendo como un sorpresivo protagonista del casi colapso de American International Group Inc. (AIG).
Gorton, profesor de la Escuela de Administración de la Universidad de Yale, es conocido por sus influyentes trabajos académicos, que han sido citados en discursos del presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, Ben Bernanke. Pero también tiene un trabajo de tiempo parcial: concebir modelos utilizados por la gigantesca aseguradora para evaluar el riesgo de más de US$400.000 millones en transacciones diabólicamente complicadas, llamadas seguros contra la cesación de pagos.
AIG empleaba esos modelos para ayudar a descifrar cuáles de esos contratos eran confiables. La empresa, sin embargo, no anticipó cómo las fuerzas del mercado y los términos de los contratos que no estaban contemplados en los modelos convertirían a los instrumentos, en el corto plazo, en cuantiosos pasivos financieros. AIG no le encargó a Gorton que evaluara tales amenazas y sabía que sus modelos no las tomaban en cuenta. Esos riesgos le han costado a AIG decenas de miles de millones de dólares y empujaron al gobierno a rescatar a la aseguradora en septiembre.
La crisis financiera global está repleta de historias de venerables firmas financieras que no se protegieron contra lo inesperado. En el caso de AIG, al igual que el de muchas otras firmas, los horrores financieros se escondían en el enorme mercado para seguros contra la cesación de pagos en todo tipo de deudas.
Es probable que las turbulencias en AIG generen escepticismo sobre los complicados sistemas computacionales de los que muchos gigantes financieros dependen para minimizar su riesgo.
En diciembre último, durante una reunión con inversionistas, Martin Sullivan, en aquel entonces presidente ejecutivo de AIG, les dijo a los que estaban preocupados por la exposición a los seguros contra la cesación de pagos que los modelos ayudaban a otorgarle a AIG "un nivel de comodidad muy alto". Durante la reunión, Gorton explicó que "ninguna transacción es aprobada" por el jefe de la unidad de productos financieros de AIG "si no está basada en un modelo que construimos".
Ahora, una investigación criminal federal en Washington analiza si los ejecutivos de AIG engañaron a los inversionistas durante esa reunión y si algún ejecutivo engañó al auditor externo a fines del año pasado. La propia AIG se ha visto obligada a colocar unos US$50.000 millones en garantías para sus socios, principalmente para compensar los agudos declives en el valor de instrumentos financieros que aseguró a través de los seguros contra cesación de pagos. Esos pagos han seguido aumentando tras el rescate, generando la posibilidad de que el gobierno inyecte más dinero de los contribuyentes en AIG.
Este recuento de los errores en la gestión de riesgo de AIG se basa en más de 20 entrevistas con ejecutivos actuales y pasados de la empresa, sus socios y otras personas con conocimiento directo, al igual que en documentos internos de AIG, declaraciones ante las autoridades y testimonios al Congreso. Gorton, quien sigue siendo un consultor pagado de AIG, dijo que las preguntas sobre su rol deberían ser dirigidas a AIG. Sullivan prefirió no comentar.
Las operaciones de seguros contra la cesación de pagos eran responsabilidad de AIG Financial Products Corp., la filial con oficinas en Londres y Wilton, Connecticut. En esencia, AIG vendió seguros sobre miles de millones de dólares de valores de deuda respaldados por toda clase de instrumentos, desde préstamos a empresas a créditos hipotecarios de alto riesgo, o subprime, hasta préstamos automotrices y cuentas por cobrar de tarjetas de crédito. Les prometió a los compradores de estos seguros que si los valores de deuda entraban en cesación de pagos, AIG los compensaría. Los ejecutivos de AIG, no Gorton, decidieron cuáles seguros vender y a qué precio.
Los seguros dejan a AIG expuesta a tres tipos de complicaciones. Si los valores de deuda entran en cesación de pagos, AIG tiene que pagar. Pero también hay otros dos riesgos. Los compradores de los seguros —las "contrapartes" de AIG o socios en los acuerdos— suelen tener el derecho de reclamar compensaciones por parte de AIG si los instrumentos asegurados disminuyen de valor, o si se rebaja la calificación de riesgo de la propia AIG. Además, AIG está obligada a dar cuenta de los contratos en sus libros en base a los precios actuales de mercado. Si esos valores caen, AIG debe asumir rebajas contables.
Los modelos de Gorton utilizaron montones de datos históricos para determinar la probabilidad de una cesación de pagos y es posible que su trabajo resulte acertado en ese aspecto. Pero como AIG sabía de antemano, sus modelos no intentaban evaluar el riesgo de futuros pedidos de garantía o rebajas contables, lo que ha devastado a las finanzas de AIG.
El problema para AIG es que no aplicó modelos efectivos para valorar los seguros y los riesgos asociados a las garantías hasta el segundo semestre de 2007, mucho después de que los seguros hubieran sido vendidos, indican documentos de AIG y presentaciones a los inversionistas. La firma quedó expuesta a pedidos de garantías potencialmente grandes porque había accedido a asegurar mucha deuda sin protegerse adecuadamente a través de coberturas.
La crisis de crédito vapuleó a los mercados de deuda, desatando nuevas negociaciones entre AIG y sus socios acerca de cuántas garantías adicionales debería asumir AIG. Goldman Sachs Group Inc., por ejemplo, ha obtenido entre US$8.000 millones y US$9.000 millones, cubriendo virtualmente toda su exposición a AIG, la mayor parte antes de que el gobierno se involucrara.
Este tipo de pagos continuó después del rescate gubernamental. AIG ya ha recibido US$83.500 millones de la Reserva Federal, un poco más de dos tercios de los US$123.000 millones que tiene a su disposición. Además, las afiliadas de AIG obtuvieron hace poco hasta US$21.000 millones por parte del gobierno en préstamos a corto plazo.
Gran parte de los US$83.500 millones se ha usado para cumplir con las obligaciones financieras de la filial de productos financieros. En caso de que la crisis en los mercados lleve a que los precios de muchos activos continúen cayendo, el gobierno podría tener que inyectar más dinero para ayudar a AIG a mantenerse a flote. Si el gobierno deja a la aseguradora librada a su suerte, podría volver a causar la conmoción en los mercados que las autoridades han luchado por contener.
En 1987, AIG lanzó su unidad de productos financieros a cargo de Howard Sosin, un experto en matemáticas y ex ejecutivo de Drexel Burnham Lambert. Entre las contrataciones que realizó, se encontraba Joseph Cassano, un ex colega en Drexel. Después que Sosin dejó la empresa, Gorton se unió a AIG como consultor a fines de los años 90. Luego, Cassano se hizo cargo de la unidad.
Gorton reunió vastas cantidades de información y construyó modelos para pronosticar pérdidas en grupos de activos como créditos hipotecarios y bonos de deuda corporativa. Al hablar ante inversionistas en diciembre último, Cassano le dio el crédito a Gorton por "desarrollar la intuición" en la que él y otro alto ejecutivo "se han respaldado en gran parte para la construcción de los modelos que hemos hecho y el negocio que hemos creado".
AIG comenzó a vender seguros contra la cesación de pagos alrededor de 1988. El trabajo de Gorton "ayudó a convencer a Cassano de que estas cosas eran oro puro, que si alguien te pagaba para tomar estos riesgos, era dinero gratis" porque AIG nunca tendría que hacer pagos para cubrir incumplimientos reales, según un ex alto ejecutivo de la unidad. Sin embargo, el trabajo de Gorton no abordó las potenciales rebajas contables ni pagos de garantía a las contrapartes.
AIG se convirtió en uno de los mayores vendedores de protección contra la cesación de pagos, según un informe reciente de Moody's Investor Service.
Durante años, el negocio fue extremadamente lucrativo. En un reporte de 2006 ante la Comisión de Bolsa y Valores de EE.UU. (SEC), AIG informó que la posibilidad de hacer un pago ligado a estos instrumentos que ahora causan estragos era más que "remota, incluso en escenarios del mercado en severa recesión".
Durante una mañana lluviosa la semana pasada, Gorton analizó brevemente con sus estudiantes de Yale cómo las dificultades que enfrenta el mundo financiero lo han dejado perplejo.
Alrededor de unos 30 estudiantes escucharon cómo Gorton se lamentaba por la forma en que los problemas en un sector hicieron que los inversionistas cuestionaran el valor en todos los sectores. "No parece haber una razón fundamental que lo motive", dijo Gorton.
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