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29 septiembre 2009

Tema

El gran error sobre la recuperación ...

No concuerdan para nada la recuperación que estamos viendo en los distintos mercados con lo que seria la economía a pie de calle.
Yo soy un analista técnico y dejo estos temas a los estudiosos, pero si me fijo en algunos detalles que ya comentare otro día.

Os dejo este comentario encontrado en la web ...


Como si en verdad lo supieran, los economistas más destacados predicen que la recuperación de la Gran Recesión estadounidense será floja, gris y no generará empleos. Pero no lo saben, no pueden saberlo. El futuro es impredecible.

Yo voy a sugerir que la recuperación será rápida y vigorosa. Tampoco puedo predecirlo, pero digamos que lo puedo inferir o deducir.

Los mejores inversionistas ni siquiera intentan adivinar el futuro, más bien aprovechan las oportunidades a medida que se les presentan. Henry Singleton, presidente ejecutivo de Teledyne Inc. desde los años 60 a los 80, era uno de estos oportunistas iluminados. El mejor plan, creía, era ningún plan. Lo mejor era afrontar un mundo incierto con la mente abierta. "Estamos sujetos a un significativo número de influencias externas y la gran mayoría son impredecibles", dijo Singleton alguna vez durante una asamblea general. "Lo mejor es mantenerse flexible". Entonces, ¿qué elementos, externos e internos, deben influir sobre la economía de Estados Unidos?

Aunque no podemos predecir el futuro, sí podemos observar cómo la gente se prepara para enfrentarlo.

Inventarios menguados, el aumento del desempleo y tasas de interés casi en cero sugieren que los estadounidenses están esperando el futuro en un búnker antibombas.

La Gran Recesión destruyó la confianza, al igual que los empleos y el patrimonio. Desde su auge, el Producto Interno Bruto estadounidense ajustado a la inflación ha caído 3,9%. Las leves desaceleraciones de 1990-91 y 2001 (cada una, por coincidencia, de apenas ocho meses de duración) redujeron el PIB real en sólo 1,4% y 0,3%, respectivamente. La recesión que se instaló en EE.UU. en el cuarto trimestre de 2007 marcó récords no deseados en categorías estadísticas vitales como la manufactura y los inventarios comerciales (el bajón más profundo desde 1949), utilización de capacidad (su mínimo desde al menos 1967) y producción industrial (el descenso más marcado desde 1946).

No son sólo los disturbios de la postguerra los que han llevado a Citigroup Inc. (fundado en 1812) a los brazos del gobierno o General Electric Co. (con una calificación AAA desde 1956 hasta marzo de este año) a pedir dinero prestado bajo el abrigo de la Corporación Federal de Seguros de Depósitos de EE.UU. No todas las recesiones producen bonos del Tesoro con rendimientos de 0%, una debacle del mercado inmobiliario o un balance de la Reserva Federal que empieza a parecerse al del Banco de Reserva de Zimbabwe. Aun así, estas cosas han empezado a pasar.

Los estadounidenses no están acostumbrados a sobrevivir bajo condiciones económicas adversas. Ha pasado una generación desde la última vez que la contracción de un ciclo empresarial generó el dolor colectivo que este ha producido. Pero mientras más profunda sea la caída, más vigorosa será la recuperación.

Michael Darda, economista jefe de la firma de inversión MKM Partners, dice que "el factor que determina la fortaleza de una recuperación económica es la profundidad de la recesión que la precede. No hay excepción a esta regla, incluyendo la Gran Depresión de 1929".

El crecimiento despegó luego de las depresiones estadounidenses de 1893-94, 1907-08, 1920-21 y 1929-33. Si crisis significativas dieran paso a recuperaciones letárgicas, como sugieren los economistas de hoy, la historia económica de EE.UU. tendría que ser reescrita.

Un comentario ingenioso que encaja perfectamente en el tema es adjudicado al economista inglés Arthur Pigou: "El error del optimismo muere en la crisis, pero al morir, da luz a un error de pesimismo. Este nuevo error no nace como un bebé, sino como un gigante".

El club de los aguafiestas

Paul Volcker, Warren Buffett, Ben Bernanke y otros economistas han minimizado públicamente la recuperación antes de que ésta empiece. Todos pintan un cuadro de una economía que se emborrachó, rodó por las escaleras, se fracturó una pierna y merece estar postrada en una cama en el hospital arrepintiéndose de sus pecados. Ente los economistas sondeados por Bloomberg News, la proyección media del PIB para 2010 es de 2,4%. Sería una inusual recuperación anémica desde una severa recesión.

¿Qué hacía EE.UU. antes de Timothy Geithner y Ben Bernanke? En ese entonces, era el poder de la autorregeneración de los mercados el que levantaba al país del piso. La brutalidad de la depresión de principios de los años 20 seguramente pesó sobre el presidente Harry Truman cuando firmó la ley de 1946 que decretaba como tarea del gobierno mantener una economía con pleno empleo. Para enfrentar la crisis, la Fed elevó (no bajó) las tasas de interés y el Congreso balanceó el presupuesto, de hecho registró un superávit. Aun así, la depresión se acabó. ¿Cómo? La caída de los precios generó consumo, explica el historiador Allan Meltzer. Los individuos e inversionistas se lanzaron sobre las gangas disponibles. Tras bajar 4,4% en 1920 y 8,7% en 1921, el Producto Nacional Bruto real saltó 15,8% en 1922 y 12,1% en 1923.

Ahora, la voz del banco central de EE.UU. es una de las más tristes en el coro de los pesimistas, y por una buena razón. Al instigar un auge en la deuda, el Banco de Bernanke (y de su predecesor, Alan Greenspan) fue instrumental en la generación de los problemas que azotan a EE.UU. Entonces uno podría pensar que debió haberlos previsto. Para nada. Al llevar las tasas de interés a cero y al batir las marcas de impresión de dinero (US$1,2 billones ,o millones de millones, en los últimos 12 meses), la Fed está poniendo en riesgo el valor del dólar. Lo único que la política extremadamente abierta consigue es que los acreedores extranjeros de EE.UU. se planteen la pregunta fatal: ¿Qué es el dólar? El dólar es un pedazo de papel, o un impulso electrónico, cuyo valor está sujeto a la agudeza analítica de la burocracia monetaria que fue incapaz de predecir el peor colapso financiero desde los años 30.

Al banco central quizá le preocupa algo más. Al no subir las tasas de interés, está distorsionando cada decisión empresarial y de inversión. Si la raíz de la crisis global fue el precio equivocado adjudicado a la deuda, el banco central de EE.UU. se encamina a repetir el error, aunque, esperemos, en un futuro no muy cercano. Mientras tanto, las tasas de interés extremadamente bajas han disparado los mercados bursátiles y de deuda.

Al repuntar, las acciones y los bonos corporativos no sólo promueven una recuperación sino que también ayudan a que se materialice. "Reflexibilidad" es el término acuñado por el especulador George Soros para describir el efecto dual de las oscilaciones del mercado. El alza y la caída de los promedios no sólo reflejan la realidad económica, sino que también la modifican. Hace un año, la venta de liquidación de Wall Street frenó en seco al comercio mundial. Ahora, son los mercados al alza los que están ayudando ha revivirlo.

Prometí ser optimista, y lo soy, en lo que se refiere a la fortaleza improvisada de la actividad empresarial. También lo es el Instituto de Investigaciones del Ciclo Económico, en Nueva York. El principal índice del instituto sobre la economía de EE.UU., así como otros subíndices, alcanza los niveles más altos de 26 años y apuntan a la recuperación más robusta desde 1983.

El mundo está preparado para una decepción. Pero en temas económicos y financieros, el mundo pocas veces obtiene lo que espera.

James Grant es el editor de Grant's Interest Rate Observer.




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